Familia, las palabras mueven, mientras que el ejemplo arrastra

Por. Alfredo Colque Machicado*

Son diversos los factores que influyen en nuestra sociedad por los cuales tenemos cada vez personas más egoístas, menos comprometidas con los demás, familias no solo rotas sino destrozadas y una sociedad que se hunde en la pobreza (material y espiritual) y la infelicidad, sin que entendamos por qué está pasando todo esto. Hombres y mujeres que se casan sin saber qué es realmente el matrimonio y lo qué implica, unido a la poca capacidad de compromiso para enfrentar como pareja ese nuevo reto, el de la familia. Debido a esta situación cada vez hay más niños criados en hogares monoparentales, o con la ausencia total de uno de los padres, o familias donde el papá y la mamá se han vuelto a casar. Y el crecer en un hogar, una familia llena de amor parece ser cosa del pasado.

El ser un buen padre va de la mano con el compromiso del hombre en el hogar y por lo tanto como esposo. Podrán creer que son excelentes padres todos aquellos que priorizan a sus hijos los fines de semana a estar con la nueva enamorada o que les compran mejores cosas que la mamá. Pero basado en mi experiencia esto no es así. Pues ser buen padre implica no sólo darle tiempo a los chicos, cubrir sus necesidades materiales y conversar con ellos sobre sus problemas en fin de semana. Implica ser una autoridad para ellos. ¿Qué es ser una autoridad? No es ser un experto en técnicas para dar órdenes, gritar y que todos hagan lo que yo quiero. Eso es autoritarismo. Me refiero a la autoridad para que tus hijos te respeten y te amen porque realmente eres un ejemplo de integridad y virtudes. Y esto incluye errores y caídas.

Para ser admirados e imitados por sus hijos, los padres no necesitan ser perfectos, basta con que no se conformen con el nivel alcanzado y que luchen cada día por ser un poco mejores en los diferentes aspectos de su vida.

No se necesita escribir un tratado para conocer la importancia vital que tiene la acción del padre en la vida de un hijo en los aspectos psicológicos y formativos de una personalidad sana y socialmente adaptada. Sin embargo, la más importante es la influencia moral (entendida la persona como la unión de cuerpo y espíritu). ¿Cómo le enseño a un hijo que sea virtuoso si no es con el ejemplo? Y qué mejor escuela que el hogar y la familia. Nada de esto funciona si es que el marco principal de la vida no está basado en el amor y el ejemplo.

¿Cómo le enseño a que sea justo, generoso, sincero y leal si es que no cubro las necesidades materiales y emocionales de mi esposo o esposa, por egoísta o perezoso(a)? ¿O si en lugar de estar con la familia, mis únicas dos horas diarias fuera del trabajo las paso fuera de casa? ¿O si soy infiel? ¿O mentiroso(a)? O simplemente, lo(a) abandoné porque se me acabó el amor y me conseguí otra(o) pareja que cubría mis expectativas…hasta nuevo aviso.

¿Cómo le enseño fortaleza, perseverancia, paciencia, flexibilidad, comprensión y optimismo si me corro de los problemas familiares en vez de resolverlos en el hogar? ¿Les enseño esos valores si vivo amenazando con el divorcio a mi esposa(o)?.

¿Cómo le enseño a ser ordenado, responsable y respetuoso si es que soy incapaz de levantar una media para llevarla a la ropa sucia y lavarla? Ni qué decir de apoyo en las labores domésticas y de crianza.

¿Cómo le enseño humildad si soy incapaz de reconocer un error o pedir perdón a mi esposa(o)? O perdonarla(o).

¿Cómo pretendo que llegue a ser feliz, si con mi ejemplo le estoy enseñando todo lo que NO debe hacer para alcanzar esa felicidad?

Algo que debe quedar claro es que se es buen esposo y por lo tanto buen padre en la medida en que tenemos también una buena esposa y una buena madre para nuestros hijos, que nos ayuda a ser mejor cada día. La responsabilidad de crianza y desarrollo tanto propio como de la familia es de dos. Desde el momento en que nos casamos asumimos como nuestro también el perfeccionamiento de nuestro cónyuge. Este no puede ser cada día mejor si tiene al costado alguien que lo hunde y lastima.

Así que el mensaje final sería para ambos, no sólo para el padre: “Papá, mamá, esposo y esposa, pónganse a trabajar para entender lo que es verdaderamente un matrimonio feliz y por lo tanto, una paternidad responsable, para que juntos vivan la maravillosa aventura de criar niños felices”. Los padres educan con lo que dicen, pero mucho más con lo que hacen. Las palabras mueven, mientras que el ejemplo arrastra.

 

* Economista Máster en Economía del Gas y Petróleo

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